La paradoja de la objetividad en el mercado austriaco
La paradoja de la objetividad en el mercado austriaco.
Si todo es subjetivo, nada puede coordinarse.
Por Theo Belok.
Resumen:
Este trabajo analiza la tensión epistemológica central dentro de la Escuela Austriaca de Economía (EAE) entre su principio fundacional del subjetivismo radical del valor y su teoría del mercado como un orden espontáneo autoregulado. A partir del enfoque praxeológico de Ludwig von Mises y la noción de precios como señales de coordinación en Friedrich Hayek, se argumenta que la radicalización del valor como experiencia individual y no comparable socava la posibilidad de una coordinación económica efectiva. En ausencia de patrones valorativos comunes o estructuras mínimas compartidas, los precios pierden su función informativa. El artículo sostiene que el modelo austríaco depende implícitamente de marcos normativos e institucionales objetivos que contradicen la autonomía absoluta del sujeto económico que la teoría postula. Desde una perspectiva alternativa inspirada en una antropología económica realista, se propone la necesidad de reconocer regularidades estructurales que hagan posible la coordinación. El texto concluye que la EAE enfrenta una contradicción epistemológica no resuelta entre su base subjetivista y su teoría de la coordinación autoregulada del mercado.
Palabras clave: Escuela Austriaca, subjetivismo, orden espontáneo, praxeología, teoría del valor, coordinación, epistemología económica.
Abstract:
This paper analyzes the central epistemological tension within the Austrian School of Economics (ASE) between its foundational principle of radical subjectivism of value and its theory of the market as a self-regulating spontaneous order. Drawing on Ludwig von Mises's praxeological approach and Friedrich Hayek’s concept of prices as coordination signals, it argues that the radicalization of value as an individual and non-comparable experience undermines the possibility of effective economic coordination. In the absence of shared evaluative patterns or minimal common structures, prices lose their informative function. The article contends that the Austrian model implicitly relies on objective institutional and normative frameworks that contradict the absolute autonomy of the economic agent postulated by the theory. From an alternative perspective grounded in a realistic economic anthropology, the paper proposes the necessity of recognizing structural regularities that make coordination possible. It concludes that the ASE faces an unresolved epistemological contradiction between its subjectivist foundation and its theory of self-regulated market coordination.
1. El subjetivismo radical como punto de partida.
Uno de los pilares narrativos de la
Escuela Austriaca (EAE) es la concepción del mercado como orden espontáneo: un
sistema de coordinación económica que surge sin planificación central, guiado
principalmente por decisiones libres y subjetivas de individuos. En esta
visión, el mercado funciona como un proceso dinámico de descubrimiento, donde
los precios y el conocimiento disperso guían las decisiones individuales ajustándose
mutuamente a través del
intercambio. Según la EAE el
mercado es un sistema que se autoregula de manera eficiente.
Pero este relato se apoya, de manera
forzada, sobre una base conceptual que se encuentra en el núcleo de esta
escuela: el subjetivismo radical del valor.
Según Ludwig von Mises, cada individuo
actúa con un propósito, donde los fines perseguidos y los medios elegidos
dependen exclusivamente de su valoración subjetiva. Este subjetivismo es
absoluto. Cada acción surge de una jerarquía interior de fines personales que
no puede ser juzgada desde afuera. Todo valor es subjetivo, no
intrínseco a los bienes. Es una experiencia interna, volátil, inconmensurable y
variable. Las valoraciones son ordinales, no cardinales: no pueden
medirse ni compararse entre personas.
Mises también afirma que la acción humana individual
es siempre y necesariamente racional,
consciente, calculada e intencionada.
“Todos
los juicios de valor son personales y subjetivos. No existen juicios de valor
aparte de aquellos que afirman: yo prefiero, yo aprecio más, yo deseo... En
vista de este hecho, es inútil hablar de valores absolutos y eternos.” (Acción Humana, capítulo IV.)
“El valor no es una propiedad
inherente de los bienes. No existe en las cosas. Es un juicio que los
individuos hacen sobre la importancia que tienen los bienes para la
satisfacción de sus necesidades.” (Acción
Humana, capítulo IV.)
“En el campo de la economía no hay lugar
para escalas de necesidades distintas de la escala valorativa plasmada por la
real conducta del hombre.” (Acción Humana,
capítulo IV.)
“Actuar quiere decir tratar de sustituir un estado de cosas menos
satisfactorio por otro más satisfactorio.” (Acción Humana,
capítulo IV.)
“La acción humana es conducta intencional.
[...] No incluye reacciones automáticas, como el parpadeo de los ojos [...] ni
tampoco el comportamiento reflejo de organismos inferiores. La acción es
siempre dirigida por el espíritu; es voluntad puesta en movimiento y orientada
a fines y medios.” (Acción Humana, capítulo IV.)
Mises formula la acción humana en
términos de “pasar de un estado menos
satisfactorio a uno más satisfactorio” justamente para evitar hablar de una
escala objetiva o universal de necesidades. La única "ley" es
que cada persona actúa según su propia escala de fines subjetivos en un momento
dado, y esa escala es suya y sólo suya. Incluso las famosas leyes de
oferta y demanda, son negadas como leyes universales objetivas independientes,
no las entienden como "leyes objetivas" supraindividuales al estilo
neoclásico o clásico, sino que son reinterpretadas como fenómenos emergentes
del comportamiento individual subjetivo.
Para la Escuela Austriaca, no hay
necesidades objetivas, ni patrones universales, ni estructuras normativas o
naturales comunes que sirvan para ordenar valoraciones entre
individuos. En la acción intencional, el sujeto usa una racionalidad
instrumental para escoger medios idóneos para fines subjetivos; excluye
comportamientos mecánicos, reacciones instintivas y condicionamientos
externos.
2. El problema de la coordinación sin estructuras comunes.
Sin embargo, el mercado como orden
espontáneo autoregulado que Mises y Hayek defienden, requiere
exactamente lo contrario: regularidades en la conducta, mecanismos
de ajuste, reacciones previsibles ante determinados incentivos y precios.
Este conflicto no constituye una
contradicción lógica en sentido formal, pero sí representa una
contradicción epistemológica de fondo. Incluso podríamos decir que hay una
contradicción lógica salvada solo por artificios retóricos.
La coordinación económica requiere límites
compartidos y estructuras mínimas comunes. Aunque Mises las menciona en su obra
magna, las excluye explícitamente del sujeto económico austriaco. El mercado espontáneo autoregulado, no puede
emerger de una suma de decisiones individuales basadas en subjetividades totalmente
impredecibles, como si fueran aleatorias.
Sin regularidades mínimas en las
valoraciones, no hay posibilidad de señales compartidas ni de respuestas
coherentes a los incentivos. Todo orden requiere algún grado de
estructura: una base objetiva, o al menos común, que permita la coordinación.
Pero si cada agente valora desde un
universo subjetivo cerrado y único,
¿Cómo puede haber mercados eficientes si no hay criterios compartidos?
¿Cómo puede el precio transmitir información válida?
¿Cómo se produce una autorregulación sin algún patrón común de valoración? Si
Mises niega que las cosas tengan valor objetivo intrínseco, esto también niega
la objetividad de las necesidades. ¿Cómo explicamos la existencia de bienes
básicos universales?
Desde la Escuela Económica Soberanista que estoy desarrollando, partimos de una
visión antropológica más realista: los seres humanos tienen necesidades
objetivas, que son comunes en gran parte porque compartimos la misma biología y
vivimos en sociedades estructuradas. Las
personas, en general, no valoran el lujo antes que la comida o el refugio, a
menos que sus necesidades básicas ya estén satisfechas. Eso demuestra que las valoraciones subjetivas existen
pero no son radicales, están ordenadas estructuralmente por necesidades
objetivas (biológicas, materiales, sociales). Por lo tanto, aunque la
decisión puntual pueda ser subjetiva, las condiciones que la hacen posible no
lo son. Esas condiciones tampoco son absolutas y determinantes, pero si generan
patrones regulares a escala macroeconómica.
3. Instituciones, marco normativo y la fractura conceptual.
Mises y Hayek sí desarrollan en sus obras
(especialmente Hayek) una reflexión importante sobre instituciones como la
propiedad, el contrato, el dinero y el derecho. Es decir no ignoran del
todo su existencia, pero por razones obvias no integran plenamente estas
instituciones objetivas en la lógica central de sus modelos económicos o
praxeológicos, son relegados a categorías de “marcos” neutros dentro de los cuales
las decisiones individuales permanecen totalmente subjetivas y libres. No
reconocen abiertamente que si esas instituciones o “ese marco” no existieran,
el mercado no podría existir ni funcionar exclusivamente con la interacción de
individualidades subjetivas.
Prefieren presentar las instituciones como
“emergentes”, “espontáneas”, “no diseñadas”, lo que les permite evitar hablar
de estructura normativa objetiva o de la necesidad institucional. Al mismo
tiempo omiten que dicho marco, define lo que se puede hacer y no hacer. Hay una
contradicción implícita entre presentar el marco como neutral y coordinador,
mientras se niega que también es condicionante, normativo y productor de
subjetividades. Mises considera a la propiedad privada como parte del marco,
pero al decir que el marco coordina pero no condiciona, se está encubriendo una
relación de poder y de normatividad. La subjetividad no es ajena al marco, sino
producida por él. Mises presupone que los agentes actúan con una subjetividad
autónoma, pero ignora que el régimen de propiedad y contrato constituye las
condiciones de posibilidad de esa subjetividad.
El subjetivismo radical socava por
completo la posibilidad de coordinación económica. Si todo valor es totalmente individual,
entonces no hay forma en que múltiples agentes económicos puedan
responder coherentemente a señales comunes.
*¿Cómo puede haber mercados eficientes si
no hay criterios compartidos?
*El precio, mecanismo central de coordinación para los austriacos, solo puede
funcionar como señal si todos comprenden su significado de forma similar.
*Si cada persona opera dentro de un universo privado de significados, ¿cómo
puede el precio decirle algo útil a alguien?
¿Cómo puede el precio transmitir
información válida si no hay lenguaje común de necesidades? Para Hayek, los precios condensan información
sobre escasez y preferencias. Pero si esas preferencias no solo son diversas,
sino también inconmensurables y aleatorias, el precio deja de ser una
señal: se convierte en ruido.
¿Cómo podría considerarse válida, a nivel
generalizado, una señal económica que surge de valoraciones completamente
privadas?
La validez de una señal requiere
referencias mínimamente estables. En ausencia de ellas, el precio pierde
toda capacidad de orientar decisiones cuyo propósito es indeterminado,
esto sería incompatible con el segundo principio central del método austriaco.
Respuestas sistemáticamente uniformes implican patrones valorativos
comunes.
El precio como señal requiere objetividad mínima. Para que el precio
coordine, necesita cumplir dos condiciones básicas:
a) Ser interpretable de forma compartida: si el precio sube, todos deben entender que hay más
escasez o mayor demanda. No puede significar cosas totalmente distintas para
cada individuo.
b) Tener efectos predecibles: si el precio baja, los compradores
deberían tender a comprar más. Si no existe este patrón objetivo, la señal no
coordina.
Hayek intenta disimular la contradicción
de su maestro Mises haciendo foco en el precio y la información dispersa como coordinadores.
Curiosamente habla de precio evitando hacer foco sobre “el dinero” como
principal coordinador; esto se debe a que el dinero introduce otra poderosa
tensión entre el subjetivismo radical del valor y la necesidad de una unidad
objetiva de cálculo económico.
4. Contradicción epistemológica y dilema irresuelto.
La teoría austriaca afirma que el mercado
se autorregula como un fenómeno emergente. Pero al radicalizar la subjetividad
de su sujeto económico hasta negar todo patrón común, el mercado desaparece
como mecanismo de coordinación.
No puedo decir al mismo tiempo que no hay
estructura común y que la estructura común (propiedad, contrato, precios)
coordina subjetividades.
Los austriacos insisten en que no existe
ningún patrón común de valoración: los fines, medios y juicios de valor son
totalmente individuales, esencialmente impredecibles y no comparables. Pero si
no hay regularidad en las valoraciones, ningún mecanismo de
coordinación puede operar, porque todo incentivo se disuelve en la
subjetividad impredecible de las decisiones individuales.
Ahora bien, si se aceptaran regularidades
mínimas en las valoraciones -como, por ejemplo, la tendencia humana a priorizar
necesidades básicas por sobre las suntuosas-, entonces la supremacía excluyente
del subjetivismo caería por su propio peso. Estaríamos reconociendo que
existe un orden estructural subyacente, anterior o paralelo a la
voluntad individual. Y eso contradice de manera directa el axioma
praxeológico de Mises, que pretende fundarlo todo sobre valoraciones
personales, individuales e incomunicables.
Uno de los pilares fundacionales del
pensamiento austriaco es el subjetivismo radical del valor: toda
valoración es individual, no medible, no comparable, y sin base objetiva común.
Desde esta premisa, la Escuela Austriaca afirma que los precios emergen como
resultado de las valoraciones individuales y dispersas de los agentes. Pero
aquí surge una tensión lógica insalvable: los precios, para cumplir su
función como señales de coordinación en un mercado autorregulado, deben
ser compartidos e interpretables de forma relativamente uniforme por todos los
participantes. Si las valoraciones son absolutamente subjetivas y no
existen patrones comunes, entonces el precio no puede contener información útil
para nadie, y el pretendido 'orden espontáneo' colapsa como mecanismo de
coordinación. En cambio, si se acepta que el precio transmite información
válida, eso implica reconocer algún tipo de regularidad, patrón o
estructura común, lo cual contradice directamente el principio praxeológico
de Mises. Por tanto, la Escuela Austriaca se enfrenta a un dilema lógico
insoluble:
a) Si mantiene el subjetivismo radical como
principio inquebrantable (salvando la praxeología de Mises), debe descartar la
idea de un mercado como orden espontáneo autorregulado. Esto tendría un costo
altísimo para la EAE, ya que la idea de orden espontáneo es justamente el
fundamento central de su crítica al intervencionismo y la planificación
estatal.
b) Si mantiene la idea de orden espontáneo autorregulado, coordinado por precios y conocimiento
disperso, debe abandonar el subjetivismo radical. De hacerlo implicaría el
desmantelamiento de la Escuela Austriaca de Economía.
Ambos principios no pueden sostenerse
simultáneamente sin incurrir en una contradicción epistemológica, o en una fuerte tensión conceptual no
completamente resuelta. El edificio conceptual
austriaco, pretendidamente sólido, se desmorona al no poder resolver del todo
este conflicto.
La teoría del orden espontáneo en Hayek se
sostiene sobre un delicado equilibrio: propone que precios e información
dispersa permiten la coordinación sin necesidad de planificación central. Sin
embargo, evita deliberadamente colocar en el centro de la teoría a
instituciones como el dinero, seguridad contractual y la propiedad privada,
precisamente porque estas instituciones requieren marcos normativos objetivos y
compartidos. Reconocer su papel estructural primario implicaría admitir que el
mercado no puede funcionar sólo con subjetividades dispersas, sino que depende
de convenciones sociales que contradicen el subjetivismo radical. Así, lo que
aparece como una teoría de la libertad individual termina dependiendo
silenciosamente de un objetivismo institucional que elabora y menciona -principalmente
Hayek- pero no asume del todo en el modelo de sujeto económico austríaco.
5. Conclusiones.
La Escuela Austriaca no incurre en una
contradicción lógica formal, pero sí en una contradicción epistemológica
estructural, cuidadosamente disimulada por una semántica creativa y flexible.
En consecuencia, no solo se enfrenta a una tensión interna no resuelta, sino
que la base misma de su crítica al intervencionismo —la noción de orden
espontáneo— queda en entredicho. Su teoría pretende fundarse en un sujeto
económico radicalmente autónomo y subjetivo, pero depende de marcos
institucionales objetivos que, si bien son reconocidos, quedan subordinados o
desdibujados en el núcleo del modelo praxeológico.
El análisis desarrollado en este trabajo
revela una tensión epistemológica central en el corazón del pensamiento de la
Escuela Austriaca de Economía. La premisa del subjetivismo radical, que niega
la existencia de valores objetivos y escalas comparables de necesidades, entra
en contradicción con la noción de mercado como mecanismo de coordinación
eficiente. Si toda valoración es puramente subjetiva e incomunicable, el precio
no puede cumplir su función como señal económica compartida, ya que carece de
un lenguaje común que le dé sentido. Esta paradoja socava la posibilidad misma
de un orden espontáneo basado exclusivamente en decisiones individuales
subjetivas.
La EAE intenta resolver esta tensión
mediante una arquitectura retórica que presenta las instituciones como
emergencias espontáneas, sin asumir su carácter normativo, estructurante y, por
tanto, objetivante. Sin embargo, el reconocimiento implícito de la necesidad de
marcos institucionales como el derecho de propiedad, el dinero y el contrato
revela que el sujeto económico austríaco no opera en un vacío, sino en un
entorno que condiciona sus decisiones. Por lo tanto, el supuesto de una
subjetividad autónoma y radical se ve comprometido por la misma estructura que
posibilita el funcionamiento del mercado.
A partir de esta crítica, se sostiene que
es necesario incorporar una base estructural mínima de necesidades objetivas y
patrones valorativos comunes que, sin negar la dimensión subjetiva de la
acción, permitan una coordinación económica coherente. El dilema epistemológico
identificado en el modelo austríaco demuestra que no es posible sostener
simultáneamente un subjetivismo absoluto y una teoría funcional del mercado sin
incurrir en contradicción. Esta fractura teórica merece una reconsideración
profunda tanto del concepto de racionalidad económica como del papel de las
instituciones en la formación del valor.
Por Theo Belok, padre de la Teoría Soberanista; escritor y analista
geopolítico, autor de "Trump contra el Globalismo" y
"Globalismo: ¿Qué es y cómo derrotarlo?. Sigue sus análisis en su sitio
oficial (teoriasoberanista.com).

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