DERECHA SOBERANISTA

DERECHA SOBERANISTA

por Theo Belok



En un siglo XXI lleno de crisis y fracasos provenientes de las castas políticas progresistas, se hace necesaria una renovación en cuanto a principios y paradigmas en la manera de resolver los problemas sociales. 

Los embates del globalismo y su elite altamente hostil hacia los pueblos libres, han conducido a un cuadro donde la casta política funciona como los antiguos virreyes coloniales, es decir como un estamento gerencial de políticas planificadas y dirigidas a nivel mundial, respondiendo a agendas globales y poderes foráneos. Los gobiernos, generalmente de izquierda, o socialdemócratas están subordinados principalmente a entidades supranacionales burocráticas como la ONU, la OMS, el FMI el BID etc. También están subordinados a Fundaciones, y ONG foráneas de tipo tecnocráticas.   

Desde la caída de la Unión Soviética (URSS), la izquierda socialista ha dejado paulatinamente de lado la bandera única roja de la hoz y el martillo, renovando desde entonces su imagen y tácticas subversivas. 

Se creyó erróneamente que la caída y el fracaso de la URSS, era el final definitivo de la izquierda. El paso al mundo Unipolar dirigido por la superpotencia norteamericana, parecía proyectar la victoria suprema del capitalismo. 

Sin embargo, la izquierda no desaparecería, sino que luego del fracaso simplemente se descentralizaba en su agenda subversiva. Momentáneamente dejaba de lado su programa económico nefasto y dirigía su fuerza en provocar la subversión a través de la cultura y la manipulación política de las minorías (progresismo). 

El progresismo (que nada tiene que ver con progreso), se convirtió en la cara amable y burguesa de una izquierda que pretendía renovar su imagen. El sujeto revolucionario ya no era tanto el "proletariado" (obreros que trabajaban en las fábricas y vivían en las ciudades) a los que apelaba Karl Marx, sino las "minorías" a las cuales pretendería movilizar, usándolas como tropa de choque contra la Civilización Occidental en general y contra el Estado Nación Soberano en particular. 

El globalismo es la nueva configuración internacional del marxismo. La URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) no era sino el intento de crear un Gobierno Mundial comunista. 

La izquierda neomarxista tras el colapso de la URSS, lejos de abandonar la lucha, comenzó a copar e infiltrar las instituciones gubernamentales de los Estados y peor aún, los organismos supranacionales como la ONU, la OMS, la OMC, UNICEF, ACNUR, ETC. con la intención de concretar su agenda pero a través de otros medios. Fue así que los fundamentalistas de izquierda comenzaron a controlar disimuladamente dichas instituciones. 

La daga amenazante de estas organizaciones internacionales  -aparentemente inofensivas-, comenzó a poner en riesgo la existencia misma de las naciones libres, las libertades individuales y la propiedad privada. 

La derecha, lejos de presentar una oposición eficaz contra esta avanzada, fue infiltrada y cooptada por el progresismo. La derecha no supo ver a tiempo que detrás de la falsa retórica de "la tolerancia", "la diversidad", "la inclusión" y "la no discriminación" estaba la izquierda que buscaba destruir a Occidente a través del engaño. Es por esta razón que fue posible observar como los límites de las izquierdas y derechas fueron tan difusos en materia cultural. La gente votaba izquierdas o derechas llegando al mismo resultado: el fracaso social y las crisis económicas. La ecuación de fondo era muy simple, la abolición y sustitución de la cultura de las mayorías, por la contracultura "identitaria" de las minorías.

La izquierda globalista se esfuerza por el derribo de las fronteras políticas y odian al Mercado;
la derecha globalista se esfuerza por el derribo de las fronteras económicas y odian al Estado. Tanto uno como otro espectro político es funcional a los mismos intereses: el globalismo político, el globalismo económico y cultural. 

Todo cambió en 2016 con la victoria de Donald Trump en los Estados Unidos. Bajo la influencia de la derecha alternativa de Steve Bannon (una versión moderada de la derecha alternativa de Richard B. Spencer), el mandatario encarnó una nueva derecha disidente que despertaba del engaño, rechazando la ideología progresista y globalista al mismo tiempo. No todos entendieron de que se trataba (ni aún hoy entienden lo que pasó). Fue el motivo principal por el cual el establishment mediático socavó por 4 años la autoridad de su presidencia (usted puede profundizar leyendo mi libro "Trump contra el Globalismo" disponible en Amazon y mercado libre). 

La irrupción histórica de Donald Trump (EE.UU.), inquietó a la elite global. El mismo CFR y el Grupo Bilderberg le declararon la guerra de manera abierta.  Otros líderes mundiales enfrentan el mismo desprecio por parte de los medios de prensa: Jair Bolsonaro (Brasil), Vladimir Putin (Rusia), y Viktor Orban (Hungría).   

Todos ellos son presidentes exitosos que intuitivamente han descubierto la táctica "progresista" y "globalista" de la nueva izquierda contra-cultural. Para hacer frente a ella han improvisado de manera pragmática ciertas acciones más o menos efectivas. Lo distintivo fue el camino decidido para restaurar la soberanía nacional.

Sin embargo, para derrotar definitivamente los intentos de la izquierda de establecer sus dictaduras estatales o planetarias (como la actual), es necesario más que la simple intuición y la improvisación. Es necesario mucho más que la accidentada llegada al poder de un gran patriota. Occidente requiere un instrumento teórico definido, para poder restablecer un pacto social actualizado de Siglo XXI que reivindique la reconstrucción de las naciones soberanas, la fe, y las libertades individuales. Evitando extremismos, violencia y fanatismos.   

Por esta razón, con el tiempo, me daré a la tarea de proponer y exponer lo que he llamado el Soberanismo como la expresión de una nueva perspectiva, una cosmovisión integral, y la "derecha soberanista" en particular, como expresión y vía pragmática coherente para hacer frente a los desafíos del presente siglo y los que vendrán.  

 Por Theo Belok, analista geopolítico y escritor.

 

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